Cuando lo veía dormir, mi mundo se terminaba ahí, y si se reía eran como fuegos artificiales. Me cansé de sacarle fotos dormido, si ya se, que densa... Pero es que necesitaba retratar que era de verdad, les juro, no había visto nada tan hermoso antes, las pestañas largas, la boca así apretada, siempre calentito y con la piel más linda del mundo. Yo ya no sabía cómo hundir la cara en su espalda.
Verlo dormir era el momento en el que reflexionaba cuan afortunada era, me preguntaba cómo ese humano así de bello podía solo durmiendo hacerme sentir que iba a estar todo bien cuando nunca antes me había sentido segura. Que al lado suyo nada podía pasarme.
Hoy esa sensación es un recuerdo, últimamente su espalda ya no era tan cómoda y dormido solo me recordaba todo lo que había sentido alguna vez, aunque ya no era seguro, a esta altura era un peligro hundirme en su espalda.
Dicen, que es una cuestión de días, que tengo que acostumbrarme, ahora se que mi mundo no se termina en el y que los fuegos artificiales van a volver cuando vuelva a reirme. Quiero decirles que todavía creo en el amor, que lo intente hasta el cansancio, que no quería que fuera recuerdo. Pero no todo es como queremos.
La realidad supera la ficción.
Un amor que se volvió recuerdo, un recuerdo que se volvió amor y un amor que se volvió un extraño.
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